LOS TIEMPOS DE RINUS MICHELS Y JOHAN CRUYFF EN EL AJAX DE AMSTERDAM DEJARON, CUANDO PASARON, UN VACÍO MUY COMPLICADO DE LLENAR PARA LAS GENERACIONES QUE LES SUCEDIERON. EL CLUB DE LA CAPITAL HOLANDESA NO SOLO MARCÓ UNA ÉPOCA EN EL FÚTBOL DE LOS AÑOS SETENTA, SINO QUE LO HIZO ESTABLECIENDO UNAS SEÑAS DE IDENTIDAD QUE SE CONVIRTIERON, CON EL PASO DEL TIEMPO, EN IRRENUNCIABLES PARA UN CLUB COMPLETAMENTE TRANSFORMADO TRAS EL PASO DE MICHELS Y SU CONCEPTO DE FÚTBOL TOTAL APLICADO TANTO EN LA ENTIDAD «AJACCIED» COMO EN LA SELECCIÓN DE HOLANDA. EL PESO DE LA HISTORIA PUEDE LLEGAR A ABRUMAR SI NO SE DIGIERE BIEN LA FAMA. EL AJAX VIVIÓ CASI UNA DÉCADA DE LA GLORIA PASADA, INTENTANDO RECUPERAR EL CAMINO QUE LO CONDUJESE DE NUEVO A LOS PRIMEROS AÑOS SETENTA, SU MEJOR ÉPOCA. EL DICHO DE «CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR» ERA PERFECTAMENTE APLICABLE EN EL VIEJO OLÍMPICO DE AMSTERDAM.
OTRA PERLA DE CRUYFF
Así fue hasta que a mediados de los ochenta se comenzó a ver algo de luz al final del túnel. Johan Cruyff descubrió en las categorías inferiores de la entidad un jugador con la calidad suficiente como para intentar construir sobre él un nuevo proyecto ganador. El chico había entrado en la escuela ajaccied con tan solo once años. El Flaco, al que nunca le ha temblado el pulso cuando ha creído ver en un futbolista la calidad suficiente como para darle galones, lo puso a jugar con tan solo diecisiete años, el 4 de diciembre de 1987. Dennis Bergkamp, que así se llamaba el nuevo proyecto de estrella del club de Amsterdam, no devolvió la Copa de Europa a las vitrinas de la entidad de la «Venecia del Norte», pero con él sobre el terreno de juego los viejos y entendidos aficionados holandeses, aquellos con la experiencia suficiente para recordar el gran Ajax de principio de los setenta, volvieron a soñar con grandes victorias. El tiempo les dio la razón: se ganó la Copa de la UEFA y la Recopa de Europa, dos títulos que son la antesala de la orejona, y que colocaron otra vez al Ajax entre los «gallos» del Viejo Continente.
Bergkamp, aún poco baqueteado, fue actor de reparto en la Recopa ganada ante el Lokomotiv de Leipzig en Atenas. La UEFA del 92, ya con Van Gaal en el banquillo, fue la antesala del plantel de la gran generación de los Seedorf, Finidi, Kluivert, hermanos De Boer, Overmars… con la que el club recuperaría la añorada Copa de Europa en 1995. Dennis fue el «padre» de esa generación que devolvió a lo más alto a la institución. La trayectoria de Bergkamp en el Ajax fue magnífica. Marcó ciento veintidós goles en doscientos treinta y nueve partidos y sumó dos títulos europeos para la entidad, además de una Liga y dos Copas de Holanda. Un gran bagaje en un tiempo en el que el poder en el fútbol holandés estaba no en Amsterdam, sino en Eindhoven, donde se había gestado el gran PSV ganador de la Copa de Europa de 1988 con un equipo con muchos de los jugadores de la selección holandesa que ese año se proclamó campeona del Viejo Continente como Van Breukelen, Koeman, Kieft o Vanenburgh.
Protegido por Cruyff, el fútbol de Berkamp era el del goleador letal que, sin embargo, nunca parece que ejerza de tal, lo que le hace aún más peligroso, si cabe. Era un futbolista fino, casi un bailarín de ballet sobre el terreno de juego. Elegancia pura. De zancada larga, en apariencia lento pero rápido como un velocista, dotado de una técnica sobrenatural, olfato de gol y capacidad de asociación casi sin limites. Un purasangre con clase suficiente como para poder jugar tanto de delantero nato como de media punta o incluso último pasador. Un futbolista singular que quizá, por ponerle una pega, no tuvo el grado de competitividad que le hubiera permitido ser un jugador de otra dimensión. Fue un grande, con la calidad en sus botas como para haber podido ocupar un lugar en el trono de los mejores de siempre. Aún así, su trayectoria tanto en el Ajax como con el Arsenal es difícilmente mejorable. Como a tantos otros futbolistas de clase sublime pero poco colmillo, su paso por la Liga italiana se le hizo demasiado cuesta arriba. Triunfador en el Ajax, aceptó una oferta para jugar en el Inter, donde su carrera sufrió un espectacular parón a pesar de que ganó otra Copa de la UEFA. El rigor defensivo y la dureza de los defensores le pasó factura. Un fútbol demasiado duro para el paladar de un gourmet.
LEYENDA DE HIGHBURY
Con la carrera en standby, apareció en la vida de Bergkamp, Bruce Rioch, un hombre al que los éxitos y la larga vida de Arsene Wenger en el Arsenal han dejado prácticamente en el olvido. Rioch estaba convencido de que los tiempos en el fútbol inglés habían cambiado y él quería ser de los primeros en subirse a la nueva ola. Vio en Bergkamp la posibilidad de convertirle en el estandarte de una nueva filosofia de juego. Puso más de siete millones de libras en la mesa de negociaciones del Inter con el único fin de incorporar al talento tulipán al nuevo proyecto de Highbury. El desembarco gunner del orange no fue tan plácido como hubiera deseado. Todo cambió, sin embargo, a la temporada siguiente, con el fichaje de Arsene Wenger. Los nuevos tiempos, está vez sí, acababan de comenzar. El francés de Estrasburgo fue el auténtico punto de inflexión en su carrera. El holandés se convirtió en la punta de lanza de la transformación futbolistica que Wenger supuso no solo para el Arsenal, sino también para el fútbol inglés.

El proyecto de Rioch fue ampliamente superado por el ideario futbolístico un entrenador con una concepción del fútbol a años luz de la filosofía histórica del club. esa nueva concepción del juego, completamente volcada en la asociación de los mejores hombres y en el fútbol de ataque, Bergkamp encajaba a la perfección. El Arsenal, en ese momento, parecía un equipo expresamente diseñado para sus cualidades. En Londres jugó cuatrocientos once partidos, a pesar de los problemas que siempre tuvo con el avión, al que profesó una fobia secular y que evitó siempre que pudo, incluso recorriendo miles de kilómetros en coche para disputar un partido. Marcó ciento veinte montos y la cosecha de títulos fue espectacular: once, entre ellos tres Premier.
La Premier de 2004 llegó además de manera invicta, hazaña que consagró definitivamente el proyecto de Wenger. La influencia de Bergkamp es tan brutal que los hinchas gunners le eligieron dentro del Dream Team del club junto a otros hombres con los que compartió vestuario como Henry o Vieira. Además, el 16 de abril de 2006 fue declarado en el club el «Día de Bergkamp», hecho sin precedentes.
Si tanto con el Ajax como con el Arsenal tuvo un peso específico, no lo tuvo menos con la selección holandesa. Al igual que le ocurriera con el Ajax, su inicio con la selección, pocos meses después del Mundial de Italia, coincidió con un periodo de transición complicado de tripular. Holanda había ganado en 1988 la Eurocopa, su único gran título. Con la selección, siempre muy lejos de la versión «naranja mecánica», alcanzó dos semifinales de Eurocopa y tuvo su gran oportunidad en el Mundial de Francia 98, donde también llegó a la penúltima ronda y dio la impresión de ser un equipo claro candidato al título. No pudo ser.
Cuando Bergkamp anunció su retirada en 2006, se puso punto y final al último gran representante holandés del viejo estilo. El fútbol de los Países Bajos ha virado desde entonces hacía una concepción menos estética y más práctica. Bergkamp fue, sin duda, el último de los tulipanes.
UNA FAMILIA DE «LOCOS POR EL FÚTBOL»
Los padres de Bergkamp eran unos auténticos forofos del fútbol que inculcaron a su hijo la pasión por este deporte desde siempre. Su pasión era tal que a su hijo le pusieron el nombre de Dennis en honor de Denis Law, la estrella escocesa del Manchester United en los años sesenta. Fue casi una premonición. Treinta años después, su hijo «mandaría» en la Premier, pero no con la camiseta de los «red devils», sino con la «gunner» del Arsenal.
