EN LA «ACADEMIA DE CLARIEFONTAINE», COMO ES CONOCIDA POPULARMENTE, SE FORMAN, DESDE QUE ABRIÓ SUS PUERTAS EN 1988, LA FLOR Y NATA DEL FÚTBOL GALO. SON CINCUENTA Y SEIS HECTÁREAS DEDICADAS ÍNTEGRAMENTE A PULIR LOS DIAMANTES EN BRUTO QUE DAN LAS CATEGORÍAS INFERIORES DE UN PAÍS FUTBOLÍSTICAMENTE EN ALZA EN LA DÉCADA DE LOS NOVENTA. LOS MEJORES JUGADORES ENTRE TRECE Y DIECISÉIS AÑOS ENTRAN A FORMAR PARTE DE UN PROYECTO QUE TIENE COMO OBJETIVO FINAL NUTRIR A LA SELECCIÓN DEL GALLO CON FUTBOLISTAS TÉCNICA Y FÍSICAMENTE PERFECTOS. CLARIEFONTAINE ESTÁ EN LA BASE DE LA FORMA DE TRABAJAR QUE CONVIRTIÓ A FRANCIA EN CAMPEONA DEL MUNDO EN 1998 Y DE EUROPA EN 2000, LA MEJOR ETAPA DE LA HISTORIA «BLUE». DEL CORAZON DEL BOSQUE DE RAMBOUILLET HAN SALIDO JUGADORES COMO ANELKA, GALLAS, BEN ARFA, TREZEGUET O EL GRAN MOSQUETERO, THIERRY HENRY, UN PRODUCTO CIENTO POR CIENTO DEL LABORATORIO ACADÉMICO. UN JUGADOR CON EL GOL EN EL ADN.
MÁXIMO ARTILLERO «BLUE»
Henry, mucho antes de anunciar su adiós de los terrenos de juego, ya era máximo goleador de la historia del Arsenal y de la propia selección francesa. Del éxito del modelo da fe el hecho de que Francia se proclamó campeona del mundo una década después de que abriera sus puertas la Academia y a ese trofeo añadió el de campeón de Europa dos años más tarde. Henry formaba parte de los dos planteles campeones y tanto en Mundial como en Eurocopa como en la Copa Confederaciones de 2001 fue el máximo artillero del once del gallo. La historia de Francia se escribió con letras de oro durante el periodo de tiempo que va de 1998 a 2006. En esos ocho años, los Bleus fueron el rival a batir pese al gran descalabro de 2002, en el Mundial de Corea y Japón, cuando «se proclamaron» el peor defensor del título de la historia: cayeron en primera ronda. Un gran borrón que no empaña un camino repleto de gloria.
Clariefontaine y los otros ocho centros de alto rendimiento creados por la Federación Francesa a lo largo y ancho de toda la geografía gala, unido a la política de abrir las puertas de la selección de par en par a los «hijos» de la emigración africana y los territorios de ultramar están detrás de ese periodo mágico. Cuando las cosas se hacen bien, lo más probable es que los resultados terminen llegando.
El caso de Henry se ajusta punto por punto a ese plan de acción. Nacido en la región de la Ille de France, hundía sus raíces en las Antillas Menores, las islas de Martinica y Guadalupe, en pleno mar Caribe. Henry entró en el centro de alto rendimiento siendo un jugador en formación, pero con unas cualidades ya evidentes. Su proyección era enorme. Los técnicos sabían que aquel chico espigado zancada de purasangre tenía la materia prima suficiente para convertirse en un jugador protagonista en cualquier equipo del mundo.
Mónaco, donde se encontró con un hombre clave a lo largo y ancho de su carrera: Arserne Wenger, el Zorro de Estrasburgo. Wenger entendió desde el primer momento que Henry era un jugador diferente al resto. Su papel inicial en un escenario de primer nivel como era la Ligue 1 lo interpretó fuera de sitio: Wenger le buscó hueco como extremo izquierdo. La punta del ataque era propiedad del brasileño Sonny Anderson, peso pesado del momento y el técnico prefirió no forzar la comparación. La apuesta, en todo caso, salió redonda. El Mónaco ganó la Ligue 1, sexto título de una historia no demasiado repleta de trofeos.
REY DE HIGHBURY
Su gran rendimiento en el Estadio Luis II le valió su primer contrato. La Juventus pagó diecisiete millones de euros por un futbolista con todas las cualidades posibles para marcar la diferencia. No se equivocaron. Henry marcó diferencias, pero no con la Juventus, donde apenas jugó media temporada, sino en el Arsenal. Wenger lo recuperó para la causa. Henry encontró bajo el paraguas de su «descubridor» la atmósfera mágica que emanaba del viejo Highbury, el ecosistema ideal para convertirse en el jugador que todos los técnicos de Clariefontaine confiaban que llegaría a ser.
En el Arsenal convivió con Dennis Bergkamp, y tras la retirada del holandés se convirtió en el mejor cañonero gunner. En el viejo estadio de Highbury, el alma de un club con tres siglos de historia, y en el nuevo y flamante Emirates Stadium, inaugurado en 2006, Henry trazó una trayectoria maravillosa.

Wenger soñaba con cambiar el fútbol inglés y cuando dibujó sobre el césped sus planes, encontró el mejor socio posible en Henry. Entre 1999 y 2007, Titi redefinió el puesto de delantero en la Premier. Su triunfo fue absoluto. En 2004, el año en el que el Arsenal ganó la Premier sin perder un solo partido, fue elegido mejor futbolista del campeonato inglés y, pocos meses más tarde, entró de lleno en la historia gunner al batir la marca de ciento ochenta y un goles que tenía el legendario Jan Wright. Aún así, el ciclo de Thierry no fue del todo perfecto a orillas del Támesis. A Wenger siempre se le ha achacado que su Arsenal jugaba un gran fútbol pero, en los momentos cumbre, carecía de colmillo, de la mirada del tigre. En los torneos de largo recorrido eso se notaba menos, pero los gunners fallaron en las dos ocasiones que tuvieron para conquistar Europa. La primera de ellas fue en el año 2000, en la Copa de la UEFA. Los cañoneros se quedaron sin pólvora, y el Galatasaray se llevó el trofeo. Seis años más tarde, los hombres del Arsenal llevaron el cañón del escudo hasta el Sena. El objetivo no era otro que conquistar la primera Copa de Europa del club. El escenario, Saint Denis, no podía traer mejores recuerdos a Henry. Ocho años antes había ganado allí el Mundial. Lo malo para el Arsenal es que enfrente estaba el Barcelona de Ronaldinho en su mejor versión posible. Una derrota más.
Cuando Henry abandonó Londres para recalar en Barcelona, su marca era de doscientos veintiséis goles en trescientos ochenta partidos. Imbatible. Con la vitola de uno de los mejores jugadores del mundo, Henry desembarcó en el Camp Nou, donde cuajó tres años plenos de altibajos. Su cénit como azulgrana fue el año 2009, cuando el Barcelona conquistó todos los títulos posibles, incluyendo el Mundial de Clubes y la Copa de Europa.

Su salida de Barcelona le llevó a probar la aventura americana. Nueva York ha sido su última parada, donde ha sido campeón de la Conferencia Este con los New York Red Bulls. Henry, por tanto, ha ganado trofeos en Francia, Inglaterra, España y Estados Unidos. Y todo ello partiendo desde un bosque con porterías ubicado a algo más de una hora de París. Todo un éxito del laboratorio francés.
UN GOL CON LA MANO… DEL DEMONIO
El año 2009 fue uno de los mejores de la carrea de Henry, pero en un tiempo de luces, el 18 de noviembre echó un enorme borrón. En «su» estadio de Saint Denis jugaban a cara de perro Francia e Irlanda en la repesca para ir al Mundial de Sudáfrica. Francia ganó con un clamoroso gol con la mano que el árbitro Martin Hansson no vio y al que, por tanto, dio validez. El escándalo fue monumental. Los irlandeses reclamaron al más alto nivel la repetición del partido. Todo el planeta pudo ver el gol de Henry. El propio delantero galo reconoció los hechos, pero de nada sirvió. La FIFA decidió que lo mejor era pasar página. Francia acudió al Mundial y la verde Irlanda lloró la injusticia. Un borrón de Henry en su impecable hoja de servicios.
